EL embarazo creativo: Gestación
La primera vez que escuché el término parto creativo se mi dibujó una sonrisota en la cara. No entendía del todo a lo que se referían, pero me encantaba el concepto. Con el tiempo adopté la frase, hasta que comenzó a sentirse muy mía, muy nuestra, muy de todas las personas que puedan disfrutar de la analogía con un parto biológico.
En el proceso de realizar filmes la concepción es el instante cuando llega una idea y queda implantada en nuestro ser. Se fertiliza en nosotr@s algo que nos inquieta y comenzamos a darle vueltas para ver a dónde nos quiere llevar. El primer trimestre de gestación sería en cine la etapa de desarrollo. Nos damos a la tarea de investigar y comenzar a darle forma al qué y al cómo, qué quiero contar y cómo quiero contarlo.
El cuerpo es tan sabio que los embarazos biológicos son mucho más específicos en su límite de tiempo. Cuando nos preñamos de ideas nos toca definir esos límites y encontrar la manera de que las circunstancias colaboren. Sería maravilloso lograr siempre el desarrollo de un filme en tres meses, pero en la práctica del cine independiente raramente es así. Igual, reconociendo que los tiempos serán distintos, me inspira mucho la analogía del embarazo para ir con más consciencia hacia el proceso creativo y nutrirlo con gozo.
Por ejemplo, he aprendido a ver la etapa de desarrollo como un espacio vulnerable donde habita un feto que apenas comienza a existir y depende totalmente de mi cuidado. Intento ser cautelosa para no compartir lo que se está gestando hasta tener suficiente claridad de su posible forma. Me comunico con personas que saben dar un insumo consciente, que son sensibles a la fragilidad de esta etapa. Es muy fácil abandonar una idea prematuramente y a veces lo que se necesitaba era ser nuestra mejor doula o identificar a alguien que nos acompañara amorosamente en el proceso. Puede ser muy mágico tratar a la idea como un secreto especial que estamos rezando, nutriendo, observando, sintiendo y explorando para potenciar su desarrollo.
He vivido el proceso de manera individual y actualmente me llama mucho más la atención poder contar con una coproductora que acompañe el camino. Como guionista y directora amo soñar y habitar el mundo de las ideas y la investigación, la búsqueda puede ser eterna. Es maravilloso compartir el proceso con alguien que apoye en la creación de estructuras, eso que nos organiza en tiempo y espacio, para avanzar con consistencia y tener metas claras en el horizonte. Me puedo convertir en mi mejor aliada y proveerme esto a mi misma para desde esa vibración atraer a la colaboradora idónea.
Para salir a buscar financiamiento primero se tiene que lograr un desarrollo maduro, crear una buena carpeta de presentación donde ya se ha definido el filme y su ruta. Tuve la dicha de compartir el desarrollo de Isla Chatarra con Amapola Caballero y Tristana Robles, luego tuve el gozo de compartir el desarrollo de Ser Grande con Patricia Beato. Lo que un buen equipo aporta es inmensurable y también trae buenas lecciones para el camino. Las buenas relaciones, entre otros asuntos, dependen de un balance sano en el dar y el recibir. Hay que estar dispuesta a realmente compartir el camino y lograr compromisos. Retos hubo muchos en estas y otras colaboraciones, y no siempre los superamos, hubo rupturas también. De todo eso se aprende para seguir montándonos en la bicicleta con los ojos cada vez más abiertos y con mayor consciencia. Como dice el proverbio Africano que me compartió mi sabia amiga Llaima San Fiorenzo: “Si caminas sól@ llegarás rápido. Si caminas acompañad@ llegarás más lejos.”
Entonces abrazo la posibilidad de tener una buena doula creativa, una productora o productor, para los filmes que estoy gestando. Mientras tanto creo estructuras flexibles para cuidar y nutrir estas semillas. Les dedico tiempo y energía, me ocupo de su desarrollo y me las imagino enteramente realizadas y andando por cuenta propia su distribución internacional.